La rebeldía como motor de creación artística en el siglo XX
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Hasta comienzos del siglo XX el arte, a través de sus distintas corrientes, se centra en la representación de la realidad que rodea al artista. Bien sean escenas costumbristas, religiosas o paisajes, parece que todos los movimientos pictóricos tienen un objetivo en común, la búsqueda de la belleza.
Los movimientos que surgen a partir de este momento rompen radicalmente con esa idea. El Futurismo italiano incorpora la máquina y el movimiento, convirtiendo elementos como automóviles o aviones en protagonistas y dejando claro que la industria es el nuevo pilar sobre el que se asienta el ser humano, que claramente triunfa sobre la naturaleza. El Cubismo, con su deconstrucción de la imagen, es el paso definitivo a la rebelión y a la anarquía consecuencia de épocas de represión e inspirado por la necesidad de recuperar la forma en los elementos representados, que se había perdido en el impresionismo. El Dadaísmo, con Schwitters y Duchamp a la cabeza, crean el concepto paradójico de anti-arte y desarrollan la teoría de lo absurdo ensalzando objetos cotidianos y llevándolos a las galerías de arte. Ejemplos como “Dinamismo de un ciclista” de Boccioni, el “Guernica” de Picasso o “La fuente” Duchamp dejan claro que el arte convencional representa lo clásico y los formalismos y que estos artistas son la nueva imagen del arte, de lo moderno y del inconformismo.
Si avanzamos un poco en el tiempo, durante la década de los 50, nos encontramos con un joven artista que experimenta con lo kitch y la producción en masa. Hablamos de Robert Rauschenberg, que se esfuerza por llevar el arte al público general y romper con la seriedad y el elitismo cultural del expresionismo abstracto. Será Rauschenberg la fuente de inspiración de artistas como Roy Lichtenstein, Andy Warhol, Jasper Johns o James Rosenquist, padres de la cultura pop.
Como acabamos de mencionar, hasta mediados de siglo, el arte era rebelde y revolucionario, aunque sólo era entendido por unos pocos. Aquellos con formación académica y amplios conocimientos culturales eran los grandes afortunados capaces de entender y valorar aquello que representaban los artistas. Aún eran menos los que, además de poseer dichas cualidades, tenían la capacidad económica de adquirir alguna de las obras que se exponían en las galerías de arte. Es en este momento de la historia del arte cuando nace el Pop Art. Y es que Pop no es nada más y nada menos que la abreviación de “popular”; el arte pop trata de crear arte al alcance del pueblo, al menos a nivel cultural.
En un momento en el que la cultura de consumo se encuentra en su gran apogeo, la línea entre el arte y la publicidad es tan débil que desaparece. Roy Lichtenstein utiliza la estética de las viñetas publicitarias y el benday (trama de puntos que crean una imagen característica de la imprenta) junto con un lenguaje irónico y sarcástico para acercarse al público.
Andy Warhol (del cual ya hemos hablado en otros artículos como "Los ídolos de Andy Warhol" and "Andy Warhol: Marylin series"), lleva la producción en masa a otro nivel. Sus representaciones de Campbell's Soups o sus retratos de las estrellas del cine y la música llevan lo más cotidiano a la galería de arte. Andy Warhol da una vuelta de tuerca a la creación artística al desarrollar muchos de sus trabajos mediante un procedimiento de impresión propio de la industria como es la serigrafía. De este modo realza el concepto de lo popular a través del proceso de elaboración de sus obras.
Si volvemos a avanzar un poco en el tiempo, llegamos a los 80. El fin de la Guerra de Vietnam, la enemistad entre Rusia y Estados Unidos y el fin de los momentos felices de la época disco hacen que sean días sombríos. El mundo del arte se resiente y los artistas, frustrados por no poder alcanzar un hueco en las grandes galerías, ven en las calles decadentes un espacio para expresarse. Así encontramos en la historia del arte a DONDI (Donald Joseph White) y a su obra “Children of the grave” (título de una canción de Black Sabath). Una vez más el arte y lo paradójico se encuentran, esta vez en tres vagones de metro, que ilegalmente pintados están a la vista de todo el mundo.
En una época de consumo excesivo, donde el dinero significa poder y felicidad, artistas como Jean Michel Basquiat, Keith Haring o Bleck Le Rat ponen su esfuerzo en crear conciencia social. Basquiat, bajo el seudónimo SAMO, deja a un lado el tagging para crear poemas que ponían de manifiesto la existencia de una parte de la sociedad marginada y alejada de cualquier privilegio, coexistente con los yuppies obsesionados por el dinero. Keith Haring, activista en favor de las libertades y los derechos humanos, aprovechó su formación en artes gráficas para decorar las calles y el mobiliario urbano con su estilo único. Intenciones socio-políticas se hallaban detrás de representaciones de la vida, la muerte, el sexo o la guerra. Bleck Le Rat, se dio a conocer por extender una plaga de ratas en los muros de la capital francesa, pues según él son los únicos animales libres que podemos encontrar en las grandes ciudades.
Es inevitable ver las múltiples similitudes que existen entre el arte urbano y el pop art. Ambos movimientos persiguen la idea de poner el arte a disposición del público general, bien sea a través la pintura, de la obra gráfica o bien en el mobiliario urbano a la vista del ciudadano. Es usual también encontrarnos, y como ya hemos contado en nuestro artículo "Street art, mucho más que graffiti", con toques de ironía, sátira y parodia en el Street art, pilares del Pop Art.
Así pues, es fácil ver como los jóvenes artistas urbanos de hoy en día, toman como referencia a sus predecesores. Si observamos la obra de D*Face, veremos la influencia del comic y de las viñetas de Roy Lichtenstein. Y al igual que éste último, Sandra Chevrier se inspira y utiliza el comic para crear sus impresionantes retratos femeninos. Pure Evil, al igual que Warhol, utiliza la imagen de las más célebres caras del cine o la música para crear sus series de “nightmares”. Seguro que el Rey del Pop también es fuente de inspiración para Mr. Brainwash (podemos ver en sus obras a Kate Moss o al mismo Andy Warhol en obras de este artista) o para Shepard Fairey. Invader lleva algo tan banal como los videojuegos al mundo artístico y podemos ver sus mosaicos en las ciudades de todo el mundo, pero también en el interior de grandes galerías. Es innegable que Bleck Le Rat inspira a Banksy y éste a su vez a otros tantos artistas urbanos.
Podemos decir que desde el comienzo de las vanguardias del siglo XX, los artistas han ido un paso por delante de la situación social y política del momento. Bien fuera a través del inconformismo, la rebeldía o la expresión de una idea, observamos la necesidad de romper con las ideas más conservadoras y preestablecidas. Esto tiene su máximo exponente con la aparición del arte urbano, que más allá de las cuestiones estéticas profundiza en problemas éticos derivados del consumo de masas, la globalización o el capitalismo.
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