Marina Abramovic nació el 30 de noviembre de 1946 en Belgrado, Yugoslavia (ahora Serbia). Desde una edad temprana, mostró un interés apasionado por el arte, influida por sus padres, quienes eran patriotas yugoslavos y participaban activamente en el Partido Comunista. Su madre, Danica Rosić, era una ex combatiente antifascista, y su padre, Vojin Abramović, era un héroe de guerra.
A pesar de los desafíos y tensiones políticas en su entorno, Abramovic encontró refugio en el arte y decidió seguir una carrera creativa. En 1965, se matriculó en la Academia de Bellas Artes de Belgrado, donde estudió pintura. Sin embargo, su enfoque cambiaría radicalmente cuando descubrió el potencial expresivo del cuerpo humano como medio artístico.
Después de completar su educación formal, Abramovic se embarcó en un viaje de autodescubrimiento artístico que la llevó a explorar nuevas formas de expresión. Su trabajo evolucionó hacia la performance, un medio que le permitió trascender las limitaciones convencionales del arte visual.
En la década de 1970, Marina Abramovic conoció a Ulay (Frank Uwe Laysiepen), un artista alemán que se convertiría en su colaborador y pareja durante más de una década. Juntos, crearon obras innovadoras que desafiaron las nociones tradicionales de la relación entre el artista y el público. Su famosa serie de performances, titulada "Imponderabilia" (1977), consistía en estar desnudos y de pie en una puerta estrecha, exigiendo que los visitantes eligieran pasar entre ellos, explorando la interacción física y emocional.
A medida que Abramovic refinaba su enfoque en la performance, desarrolló un interés particular en la relación entre el tiempo y la experiencia artística. Su obra a menudo involucra duraciones extremas, desafiando la resistencia física y mental de los intérpretes y del público por igual.
A medida que su colaboración con Ulay llegó a su fin, Abramovic decidió cerrar ese capítulo con una performance simbólica. En 1988, realizaron "The Lovers: The Great Wall Walk”. Durante esta performance de 90 días, ella y Ulay comenzaron a caminar desde los extremos opuestos de la Gran Muralla China hasta encontrarse en el medio. Este acto simbolizó no solo una unión física, sino también una conexión entre dos personas y dos culturas separadas por una distancia monumental. Después de abrazarse por última vez, cada uno siguió su propio camino.
Esta ruptura fue dolorosa pero fundamental para el desarrollo artístico y personal de Abramovic. Después de la separación, continuó explorando nuevas formas de expresión, consolidando su posición como una de las figuras más prominentes en el arte de la performance.
En 2010, el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York albergó una retrospectiva de la obra de Marina Abramovic, que incluyó una performance monumental titulada "The Artist is Present". Durante 75 días, Abramovic se sentó en silencio en una silla mientras los visitantes del museo tenían la oportunidad de sentarse frente a ella. Esta obra exploró la conexión directa entre el artista y el espectador, desafiando la percepción del tiempo y la intimidad en el arte contemporáneo.
La performance recibió una atención sin precedentes y atrajo a multitudes que esperaban horas para tener un momento con la artista. La experiencia fue conmovedora y emocional, convirtiéndose en un hito en la carrera de Abramovic y consolidando su lugar en la historia del arte contemporáneo.
A lo largo de su carrera, Abramovic ha explorado temas de espiritualidad, conciencia y autenticidad. Su interés en la meditación y la espiritualidad oriental la llevó a participar en retiros silenciosos y a estudiar prácticas contemplativas. Estas experiencias influyeron en su obra, llevándola a crear performances que desafían la percepción convencional del cuerpo y la mente.
La obra de Marina Abramovic ha dejado una marca indeleble en el mundo del arte contemporáneo. Su enfoque valiente y su disposición para explorar los límites de la expresión artística han inspirado a generaciones de artistas a cuestionar las convenciones establecidas. Abramovic ha recibido numerosos premios y honores a lo largo de los años, incluido el León de Oro a la mejor artista en la Bienal de Venecia en 1997.
A pesar de las críticas y controversias que ha enfrentado a lo largo de su carrera, Marina Abramovic sigue siendo una figura influyente y provocadora en el mundo del arte. Su capacidad para fusionar la performance con la espiritualidad y la exploración personal ha ampliado los límites del arte contemporáneo, dejando un legado duradero que continuará inspirando a las generaciones futuras.