Una reminiscencia de los pasados 80 pero con el toque más tecnológico, ahí es donde podemos encontrar el trabajo del argentino Felipe Pantone.
Proveniente de la escena del graffiti, en la que el objetivo del artista es hacerse notar más que los demás, Pantone eligió la paleta de colores más certera y que ya es su sello: blanco y negro con colores saturados. Sus composiciones son una declaración del estilo de vida actual, rápido y conectado donde todo el mundo lo quiero todo, ya.
Felipe Pantone está más que acostumbrado a desarrollar sus obras para ser expuestas en múltiples tipos de soportes. Como un joven grafitero, acostumbrado a pintar en paredes, trenes o autobuses, ¿quién hubiera pensado que terminaría creando diseños para coches de F1, aviones, enormes paredes de grandes edificios y teniendo sus propias exposiciones individuales en las mejores galerías de todo mundo?
Y es que la obra de este artista está en constante evolución, producto de su curiosidad e investigación sobre temas como la luz, el movimiento, la interacción o la tecnología.
El maestro abstracto venezolano Carlos Cruz-Diez fue un punto de inflexión en su carrera. Siempre admirado por su trabajo y el uso de colores con patrones geométricos, Pantone fue invitado a trabajar en el estudio de Cruz-Diez durante unos meses, donde no solo aprendió sobre técnicas artísticas sino también sobre cómo trabajar en equipo. Hasta entonces había trabajado sólo, involucrándose en todos los aspectos de una obra, ahora Felipe Pantone cuenta con un equipo de 8 personas que lo ayudan a cuidar los detalles y la logística, lo que se refleja en un mayor tiempo para que el artista pueda investigar y así embarcarse en nuevos proyectos.
La seña de identidad de Felipe Pantone consiste en líneas rectas con motivos geométricos en blanco y negro que comparten espacio con potentes y coloridos degradados. Sin embargo, sus últimos trabajo se deshacen de los motivos en blanco y negro para estudiar el color y la forma en la que la luz incide en materiales como el aluminio o el plexiglás. Sus estructuras cinéticas están destinadas a ser movidas por el espectador y que éste sea el que aporte el toque final a la obra, fomentando así la participación y la conexión entre el público y el propio artista través de la obra en sí.