Sobre la apasionante vida y obra de Yves Klein
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Yves Klein nació el 28 de abril de 1928 en el sur de Francia y creció cerca de Niza, una ciudad amada por Chagall, Picasso y Renoir y que también fue el hogar de Henri Matisse durante gran parte de su vida adulta. Hijo de Fred Klein y Marie Raymond, ambos pintores, Yves Klein fue un artista autodidacta.
Muy joven, Yves trabajaba en la librería de su tía, donde entabló amistad con el artista Arman (Armand Fernandez) y el compositor Claude Pascal. Juntos visitaron la larga playa de guijarros de Niza y, con cierta elocuencia, se repartieron el mundo entero: Arman eligió la tierra, Claude eligió las palabras, mientras que Klein, tumbado de espaldas mirando hacia la amplia cubierta azul, eligió el cielo.
Parece que la pureza y la inmensidad del cielo le atraían profundamente. El propio Klein escribiría más tarde: "De adolescente escribí mi nombre en el reverso del cielo en un fantástico viaje imaginario... ¡Desde entonces odio a los pájaros por intentar agujerear mi obra más grande y hermosa! ¡Fuera los pájaros!".
Klein comenzó su carrera artística a mediados de la década de 1940, más o menos a los 18 años. Quizá porque sus padres eran pintores, se sintió inmediatamente decidido a ir más allá de los convencionalismos del arte mural. En 1948, empezaría a trabajar en una de sus obras más notables y sorprendentes: una composición musical sobre una sola nota seguida de un largo silencio, a la que llamó Sinfonía Monotona.
Persiguiendo satisfacer su instinto aventurero, entre 1948 y 1953 se dedica a viajar. Primero visitaría Italia y luego Inglaterra, donde trabajó en un taller de enmarcación aprendiendo a dorar con pan de oro. Más tarde iría a Irlanda, España y finalmente a Japón. Llenaba libretas con fotos, bocetos y anotaciones de sus viajes.
Durante estos años también dedicaría mucho tiempo al judo. Y es que Yves Klein era poseedor del prestigioso grado de 4º Dan, lo practicaba regularmente y lo documentó con películas y escritos. La colaboración entre su cuerpo y el arte marcial le llevó a "descubrir el cuerpo humano como un espacio espiritual", como él mismo describió más tarde.
Sus Monochromes, inicialmente de diferentes colores, se expusieron por primera vez en el "Club des Solitaires", en París, en 1955, y luego en galerías de Milán, París, Düsseldorf y Londres. A estas alturas, Yves Klein ya gozaría de renombre internacional. Durante 1957, junto con Edouard Adam, completa la creación del color que llamaría IKB (International Klein Blue) típico de las obras de su "Epoque bleue" y que seguiría siendo su firma hasta el final.
Con sus obras azules, Klein buscaba un modo más puro de pintar e intentar ir más allá de una definición consensuada sobre el arte. Su deseo de capturar el vacío tenía ciertos elementos vanguardistas que sin duda pretendían dotar a la ocasión de un toque absurdo. Sin embargo, estos aspectos ocultaban un razonamiento profundamente serio. Yves Klein pasó la mayor parte de su carrera buscando una expresión estética del "vacío". Ahonda en el concepto de la totalidad de las cosas, que al ser tan vasta se vuelve vacía, una cualidad similar a la del cielo o el océano.
En 1958, en la Galería Iris Clert de París, Klein provocó un escándalo al invitar a 3.000 personas a una exposición privada en la que no mostraba nada más que un armario vacío en una sala totalmente blanca, por lo demás vacía. Como parte del espectáculo, se ofrecía a los asistentes un globo azul para que lo llevaran consigo y un cóctel azul para beber. Llamó a la exposición "La especialización de la sensibilidad en estado bruto en una sensibilidad pictórica estabilizada (denominada "Vacío")".
Unos doce años después de su creación, el 9 de marzo de 1960 su extraña sinfonía conceptual se interpretó ante un público de unos cien espectadores. Una pequeña orquesta y un coro interpretarían la Sinfonía Monotona: un sonido agudo y continuo que de repente daba paso al silencio total. El audio-espectáculo estuvo acompañado por tres modelos desnudas, que subieron al escenario y cubrieron sus cuerpos con pintura azul antes de tumbarse en una gran hoja de papel vegetal colocada en el suelo. El propio Klein deambulaba por el borde de la sala, en parte director de orquesta y maestro de ceremonias. Este método, en el que el artista modificaba su relación con las modelos, las cuales se convertían en "pinceles vivos", es el que Klein utilizaría en su serie Antropometrías.
Tras expresar el "vacío conceptual" a través de sus cuadros azules y el "vacío literal" durante su exposición de la Galería Iris Clert, en 1960 Klein saltó desde la cornisa de un edificio de un tranquilo suburbio de París. Tituló este acto como "Salto al vacío". Captado por el dúo de fotógrafos Harry Shunk y János Kender, esta imagen sigue siendo sorprendente a pesar de nuestra familiaridad actual con la foto-edición. (En realidad, Yves fue atrapado en plena caída por una manta estirada que unos amigos agarraban por cada esquina).
En marzo de 1961, Yves Klein visitó Nueva York y, con su futura esposa Rotraut Uecker, se instaló en el Hotel Chelsea, donde conoció a muchas de las figuras clave del arte contemporáneo, como Duchamp, Johns, Kline, de Kooning, Newman y Rothko. Durante su estancia en el Hotel Chelsea escribió el Manifiesto del Hotel Chelsea en el que explicó el significado de su último método de trabajo, que consistía en utilizar lanzallamas de gas para pintar directamente sobre el lienzo:
"[...] He conseguido pintar con fuego, utilizando llamas de gas muy potentes y abrasadoras, de unos tres a cuatro metros de altura, para lamer la superficie de un cuadro con el fin de grabar la huella espontánea del fuego.
[...] En resumen, mi objetivo es doble: en primer lugar, registrar la huella del sentimentalismo humano en la civilización actual; en segundo lugar, registrar la huella del fuego que ha engendrado esta misma civilización. Y esto porque el vacío ha sido siempre mi preocupación constante; y sostengo que en el corazón del vacío, así como en el corazón del hombre, arden fuegos".
Estas últimas obras dan testimonio de una nueva dirección en la carrera de Klein, aunque nunca llegaría a profundizar en ella plenamente. El final de la carrera de Klein llegó de forma repentina y trágica. En 1962, mientras asistía al Festival de Cannes, sufrió un ataque al corazón durante la emisión del polémico documental Mondo Cane, en el que Klein aparecía y su obra era ridiculizada. En junio de ese mismo año, tres semanas más tarde, sufrió otro infarto que esta vez le causó la muerte, con sólo 34 años.
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